Un trauma es una herida emocional en tu historia de vida. Tiene que ver con haber vivido una situación desagradable y dolorosa cuando no tenías los recursos necesarios para entender y gestionar lo que estaba pasando. Quizá te hubiera gustado que alguien te acompañara, te escuchara y te hubiera hecho sentir visto. Al no poder entenderlo y ser tan doloroso, has decidido no volver a pensar en ello. Pero realmente no se termina de ir, de alguna forma busca llamar tu atención para que te ocupes de lo que pasó.
La vivencia de una experiencia traumática hace que el cerebro almacene el recuerdo de lo que pasó de una forma desintegrada, es decir, la imagen, la sensación, lo que pensaste y tu emoción no se almacena conjuntamente en tu memoria, si no que actúan de manera independiente. ¿Y esto que genera? Que puedan aparecer emociones intensas en cualquier situación, que vengan pensamientos repentinos a tu cabeza, que tengas sensaciones físicas que no entiendes de dónde vienen o que aparezcan imágenes en tu mente de lo vivido.
Emociones intensas
Puedes sentir tristeza/rabia/asco/miedo de una manera intensa y repentina sin saber por qué. Estas emociones no fueron escuchadas, acogidas y aceptadas en su momento, por lo que aparecen en el presente de una forma muy intensa y desregulada. Puedes sentirte muy triste cuando tu pareja decide hacer otro plan o sentir mucho miedo cuando tus amigas han quedado sin ti.
Pensamientos irracionales
Al no haber podido integrar la situación, el recuerdo se ha quedado fragmentado y hace que tengas una idea de ti mismo y del mundo errónea. Te cuentas lo que vas viviendo de una forma que no está ajustada con lo que está pasando, puede que tus pensamientos te hagan estar alerta o pendiente de todo, también puede que estés rumiando sobre el pasado o anticipando sobre el futuro.
Sensaciones físicas
Tu cuerpo puede recordar lo que viviste y seguir igual de hiperactivado o hipoactivado que entonces. Puedes sentir que tienes un nivel de activación muy alto, que no paras de hacer cosas y que te cuesta identificar lo que necesitas, duermes cuando sientes agotamiento, notas la respiración acelerada, no te paras a escuchar los sonidos de tu alrededor y tienes la sensación de que siempre tienes que hacer cosas. Por el contrario puedes sentirte con muy poca energía, parece que todo te da igual, no sabes lo que necesitas y no lo atiendes, tampoco puedes escuchar tus emociones ya que no puedes conectar contigo.
Imágenes
Tu cerebro puede enviarte imágenes repentinas de lo vivido, aunque no tenga relación directa con lo que estás viviendo. Es una manera de recordarte que la experiencia sigue ahí y necesita un espacio para poder compartirlo.
Aunque el silencio se haya impuesto durante tu historia de vida, realmente necesitas hablar de ello, pensar en ello y soñar con ello para así poder integrar lo vivido. Por mucho que no quieras pensar en ello, el cerebro busca oportunidades para recordarte lo que ha sucedido, incluso en forma de sueños o pesadillas.
Cuando somos pequeños no somos capaces de poner nombre a las emociones, por eso es importante la figura del cuidador, para que nos escuche, entienda, acepte y ponga nombre a lo que nos está pasando. Si ese cuidador no supo atender tus necesidades ni acompañarte adecuadamente cuando viviste aquello, es probable que ahora no sepas cómo poderte hacer cargo de ti.
Si te suena todo lo anterior, quizá sea el momento de entender tu historia de vida y trabajar en aquello que sigue generando malestar.