¿Te suenan las siguientes frases?
- No deberías ponerte así
- Te tomas todo demasiado en serio
- Vives las cosas de una manera exagerada
- Parece que no se te puede decir nada
- A la mínima te pones fatal
- Me parece exagerada tu reacción
Si te suena lo anterior porque lo has escuchado y esto te ha hecho sentir aún peor, sigue leyendo.
Hay personas que pueden pensar que la ansiedad depende de cómo te tomes las cosas o de la actitud que elijas tener ese día, pero realmente no funciona así.
Detrás de la conocida y sonada ansiedad lo que hay es miedo.
Cuando el cerebro siente que hay peligro, envía una señal que alerta de una amenaza inminente y el organismo se pone a trabajar para combatir el peligro.
El miedo nos avisa y nos pone en marcha para dar una respuesta pero cuando sentimos que el peligro es muy grande y no nos sentimos capaces de hacerle frente, entonces es cuando aparece la respuesta de ansiedad. La ansiedad es, al fin y al cabo, una respuesta de miedo muy intensa ante un peligro que resulta desbordante. Durante ese momento, todo lo que piensas, todo lo que ves, todo lo que dices y todo lo que haces pasa por el filtro del miedo. Cuando esto ocurre las otras partes de ti puedan quedar bloqueadas.
¿Y por qué ocurre esto?
En primer lugar, es importante que sepas que no eliges tener esa respuesta de miedo. Es una respuesta irracional que quiere protegerte de un peligro, aunque no exista como tal.
Estas situaciones suponen un peligro para ti y aunque, aparentemente, no estén poniendo en riesgo directo tu vida sí que generan un gran impacto emocional en ti.
La situación para ti es tan amenazante que te llega a desbordar y puedes reaccionar de la siguiente forma:
- Quedarte paralizada con una sensación de gran malestar
- Enfadarte y empezar a elevar el tono
- Tener la necesidad de comprobar que todo está bien
- Llorar desconsoladamente
- Queriéndote ir del lugar en el que estás
Cuando la respuesta de miedo aparece con frecuencia y ante situaciones cotidianas, hay que explorar que lugar ha ocupado esta emoción en tu historia de vida. Si has crecido sintiendo que el mundo es un lugar peligroso donde pasan cosas y tienes que estar alerta, es muy probable que tengas respuestas de miedo intensas frente a situaciones cotidianas.
Aquí es muy importante revisar el estilo de apego que has recibido, por ejemplo: ¿Cómo se llevaban tus padres o tus cuidadores con el miedo? ¿Solían hablar de cosas desagradables que generaban miedo o, por el contrario, tendían a evitar hablar de determinados temas? ¿Tus cuidadores lograban calmarte cuando tenías miedo o se desbordaban más que tú? ¿Tus cuidadores te ayudaron a gestionar tu emoción o no estaban disponibles para ti?
La ansiedad no es algo que eliges tener, es una forma de protegerte de un peligro que quizá ahora ya no está pero que ha podido existir en otro momento de tu vida.