¿Te sueles enfadar mucho? ¿Tienes explosiones de ira con aquellas personas que más confianza tienes? ¿Te has sentido culpable por haber reaccionado de manera desproporcionada ? ¿A veces sientes como si la ira te secuestrara y dejaras de ser tú? Si has contestado que sí, quizá este post te pueda ayudar a comprender un poco mejor lo que está pasando.
La ira es una emoción y, por lo tanto, es necesaria. Necesitamos enfadarnos para sobrevivir porque el enfado cumple una función evolutiva: protegernos.
El enfado nos permite poner límites, luchar contra aquello que supone un peligro para nosotros o irnos de situaciones que nos podrían hacer daño, en definitiva, mantenernos a salvo. Si la ira aparece cuando realmente la necesitamos y de una forma adecuada, sin asaltarnos de una manera repentina y abrupta, podríamos hablar de que tenemos una buena relación con el enfado. Por ejemplo, cuando eres capaz de poner un límite cuando hay algo que te está molestando sin necesidad de desbordarte emocionalmente. O cuando decides no ir a una reunión familiar porque no te estás sintiendo cuidada por el resto de tu familia y sientes tranquilidad después de tomar esa decisión.
Necesitamos aprender a expresar el enfado de una manera adecuada y respetuosa con los demás.
Un ejemplo de cómo la rabia está apareciendo como una respuesta traumática y que puede aparecer en sesión es el siguiente:
María tiene 46 años y se ha dado cuenta de que siempre ha ocupado un papel secundario en su familia, cuando se trataba de encargarse de responsabilidades ella estaba ahí la primera asumiendo toda la carga, sin embargo, cuando se trataba de celebrar sus logros o de sentirse cuidada, siempre había alguien antes que ella. María había aprendido a reprimir sus emociones, a no expresar su enfado, a ser “la niña buena” que todos esperaban que fuera, que no molestara pero que tampoco exigiera. Aprendió a encerrarse en sí misma porque desde niña no le permitieron tener un espacio para ella y entonces lo único que hizo fue tirar para delante con todo, hasta que un día no pudo más. Ese día en el que no pudo más decidió empezar terapia porque sentía que “estaba todo el rato enfadada, irascible y saltaba a la mínima con su pareja y sus hijos”, sobre todo cuando sentía que no la estaban tratando bien o que no la priorizaban, cuando realmente no era así. En esta situación, la ira estaba protegiendo excesivamente a María porque aparecía con personas que realmente eran un lugar seguro para ella y que no le estaban haciendo daño.
Si determinadas situaciones del presente están haciendo que respondas con rabia desmesurada aunque la otra persona no quiera hacerte daño, puede ser que estés reaccionando excesivamente porque percibes que estás viviendo la misma situación que viviste en el pasado, cuando realmente no te estaban cuidando y te hacían daño. Te puede pasar cuando tu pareja decide salir a tomar algo con unos amigos y no se queda contigo y tú sientes que no le importas lo suficiente o que no te prioriza como necesitas, reaccionando con mucho enfado hacia él/ella.